¡¡¡Nos hacen falta unos cuántos Guillermo!!!
El fallecimiento del emblemático Guillermo Martínez, pionero del polo acuático en Cuba, dejó conmocionado al mundo. Les compartimos los mensajes que recopilamos de varios de sus compañeros y amigos tras conocer la dolorosa noticia.
Guillermo, fue ejemplo y guía para todos los que amamos el polo acuático. Siempre recordaré el juego contra Estados Unidos, en los Juegos Olímpicos de México 1968, donde empatamos. Fue un juego histórico.


Sin ninguna duda, Guillermo fue el gran representante del polo acuático y una gran persona. Recordaré siempre cuando coincidimos en Miami, en el 2016, fuimos juntos al Salón de la Fama del waterpolo y me dijo que yo merecía estar en el salón y que Cuba debería proponerlo. Nunca he pensado en si lo merezco o no, pero sus palabras me hicieron sentir muy orgulloso de mi trabajo para el waterpolo.
Él fue un ejemplo para todos nosotros. Siempre recuerdo del gran Guillermo Martínez la seguridad y la sinceridad con que nos hablaba siempre. Es un ejemplo de dirigente y de hombre.


Representó una institución para este deporte y para todos nosotros. Siempre recordaré cuando ganamos el Mundial de Japón del 2001; a él no le tocaba premiar, pero se bajó y sustituyó al funcionario de la FINA que tenía esa tarea, apelando que él tenía que premiarme a mí, que era el primer cubano campeón del mundo y que él debía entregarme la medalla. Fue un momento bastante bonito.
Lo conocí en el Campeonato Mundial de Barcelona 2003 y siempre me pareció una persona de gran humanidad. Estuve con él, y con su hermano Eugenio (EPD), en el Mundial de Gwangju, hace 2 años.
Siempre será un referente del waterpolo cubano, sudamericano y mundial. El mundo del waterpolo y los que lo conocimos, lloramos su pérdida.


Guillermo, siempre te recordaré por lo fiel, abnegado y dedicado a tu deporte favorito, el polo acuático, a pesar de haber sido primero nadador. Ahora eso casi no importa, ¿por qué?, porque demostraste ser tremendo patriota, honrado, y muchas otras cualidades tales como compañero, amigo, y brillante director, comisionado, federativo internacional al más alto nivel, siempre apoyando a Cuba y a los cubanos.
Gozó de tremendo apoyo internacional para resultar miembro de la FINA. Recuerdo como vinieron a Cuba, a los eventos que se organizaban en nuestro país, los árbitros internacionales de mayor rango y actuaban, lo que demuestra su éxito y capacidad, visión, etc. Fue un talentoso hombre que no lo olvidaré, ni olvidaremos nunca.
No olvidaré jamás, sus deseos de ganar los partidos, su voluntad y dedicación a los entrenamientos, su disciplina, la admiración que tuvo de sus compañeros y en especial de los grandes entrenadores de nuestro deporte, Karoly Laky y Juan Almeneiro.
Recuerdo los Juegos Olímpicos de Múnich 1972, cuando nos fajamos con los yugoslavos. Resulta que su hermano, Eugenio, fue el árbitro en la discusión de la medalla de oro entre la URSS y ese país; finalizado el partido, el cual ganaron los soviéticos, los yugoslavos quisieron culpar a Eugenio y se formó allí mismo. Guillermo y yo nos fajamos contra todos ellos. Es algo que nunca olvidaré.
El mejor recuerdo que tengo de Guillermo fue cuando aún era jugador, en Munich 1972, en un partido muy fuerte contra la extinta Yugoslavia, en aquel entonces campeona olímpica de México ´68.
Eran momentos crudos, habíamos sorprendido a este equipo, no imaginaban que nosotros pudiéramos hacerle resistencia y que estuviéramos jugando de “tú a tú”. A tal punto fue que apelaron a la fuerza bruta como contramedida para reducir nuestras acciones deportivas.
En aquel fragor del juego, sobresalía, ampliamente, la figura del capitán del equipo, Guillermo Martínez, su ímpetu, coraje y deseos de vencer.
No solo me impactó, realmente lo que había en el agua era una fiera marina, un jugador que cargó a su equipo y se lo echó al hombro.
Sacó de donde no había a golpe de valor y sin miedo alguno, luchó endemoniadamente contra un rival que, respaldado por un arbitraje mal intencionado, convirtió aquel acto deportivo en una batalla brutal entre dos equipos olímpicos que, más allá de jugar, se batían a corazón abierto por el triunfo.
Allí aprecié el quilate y la dimensión personal del que, a posteriori, se convirtió en un ejecutivo brillante de nuestra especialidad en el órgano deportivo olímpico, no solo aportando sus conocimientos y experiencias, sino sus más valiosos virtudes, su estima y sencillez personal.
Pudiéramos hablar muchísimas cosas de este gran amigo que se nos marchó, todos los que, de una forma u otra, estuvimos vinculados a los deportes acuáticos, sabemos la admirable persona que fue, pero todos seguramente podrán hablar de que siempre encontraron en él una forma de ayuda, un recurso digno que dar, un consejo de buena fe, una posición correcta ante las dificultades. Siempre ayudó a todos, siempre tuvo su mano extendida y nunca le tembló el pulso para señalar lo mal hecho.
Desafortunadamente, la ley de la vida es implacable, no distingue el bien del mal y, finalmente, nos conduce al descanso eterno, pero no olvidemos que lo perdurable no son las personas, es su recuerdo, su ejemplo como amigo, como compañero al servicio del bien, al servicio del bien mayor, al servicio de la vida.


El Guille fue como un padre para mí. Siempre dando consejos y nunca le faltó el respeto a nadie. Luchó mucho por el polo cubano. En fin, era el padre del polo acuático cubano.
En el año 74, durante una Copa Tungsram, contra el equipo de EE.UU., le di un piñazo al poste estadounidense y me expulsaron. Él me dijo: «si perdemos, olvídate del polo», porque teníamos un hombre de menos.
Afortunadamente, ganamos y me dijo: «te salvaste». Él era un tipo especial. Que en paz descanse.
Tengo muchos momentos con Guillermo Martínez qué no olvidaré nunca; el más emblemático, a título personal, fue el día que discutí mi trabajo de diploma en el Instituto Superior de Cultura Física Manuel Fajardo de la Habana.
Recuerdo que ese día había una tormenta, cerraron las puertas y se escuchó que alguien tocaba a la puerta. Cuando abrieron, era Guillermo Martínez, quien dijo: “No me puedo perder el examen de Miguelito”. Jamás podré olvidar ese momento.
Guillermo Martínez fue la persona que más influyó en mi carrera como dirigente deportivo. Me enseñó lo que es la disciplina y la legalidad, el ser justo y llevar siempre los reglamentos a cabalidad. Fue un padre para mí.


Desde la Comisión Nacional hasta la FINA, fue un líder indiscutible, sin alardes y con una valentía a toda prueba, luchando por las causas justas del waterpolo y los deportes acuáticos.
Tenemos que aprender mucho del «gordo» en unir, dar la cara, enfrentar lo mal hecho y siempre dispuesto a ayudar, apoyar, incluir, desarrollar.
Debemos estar orgullosos por haber tenido la suerte de compartir tanto tiempo junto a él, de verlo «fajarse» en varios escenarios internacionales por el deporte cubano, siempre, pero siempre con una modestia y sencillez a toda prueba
¡¡¡Nos hacen falta unos cuántos Guillermo!!!
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Buenos dias que bonitas palabras para el gran Guille,eso y mucho mas es el gran reconocimiento que podemos darle todos sus familiares,compañeros,amigos,resumiendo en unas palabras, UN GRAN HOMBRE QUE COSTARA TRABAJO IGUALARLO Y MENOS SUPERARLO
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